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Mostrando entradas de marzo, 2019

El príncipe rana

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     El Príncipe Rana      Adaptación del cuento de los Hermanos Grimm   Érase una vez un rey que tenía cuatro hijas. La más pequeña era la más bella y traviesa. Cada tarde salía al jardín del palacio y correteaba sin parar de aquí para allá, cazaba mariposas y trepaba por los árboles ¡Casi nunca estaba quieta! Un día había jugado tanto que se sintió muy cansada. Se sentó a la sombra junto al pozo de agua que había al final del sendero y se puso a juguetear con una pelota de oro que siempre llevaba a todas partes. Estaba tan distraída pensando en sus cosas que la pelota resbaló de sus manos y se cayó al agua. El pozo era tan profundo que por mucho que lo intentó, no pudo recuperarla. Se sintió muy desdichada y comenzó a llorar. Dentro del pozo había una ranita que, oyendo los gemidos de la niña, asomó la cabeza por encima del agua y le dijo: – ¿Qué te pasa, preciosa? Pareces una princesa y las princesas tan lindas como tú no deberían estar tristes. – Estaba jugando con m

El Leñador y los Buñuelos

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El Leñador y los Buñuelos Adaptación del cuento popular de España Hace muchos años, un leñador que regresaba del bosque encontró por casualidad una bolsa repleta de monedas que alguien había extraviado en medio del camino. Lógicamente se puso contentísimo y se fue corriendo a su casa para contárselo a su mujer. – ¡Mira, mira lo que acabo de encontrar tirado junto a la cuneta! – ¡Madre mía, pero si es una bolsa llenita de dinero contante y sonante! ¡Se acabaron nuestros problemas! ¡Somos ricos! – No, querida, no… Lo siento, pero esta bolsa no es nuestra y tenemos que buscar al dueño para devolvérsela.  Esperaremos unos días a ver si alguien la reclama y si no encontramos al propietario, se la entregaremos a las autoridades. –  ¡Pero qué dices! ¡Nos la quedamos nosotros que para eso la has encontrado tú! El matrimonio comenzó a discutir durante horas sobre si debían o no quedarse la bolsa de monedas pero ninguno quería bajarse de la burra y no consiguieron ponerse de acu

La ratita atrevida

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La ratita atrevida     Adaptación del cuento popular de España Érase una vez una linda ratita llamada Flor que vivía en un molino. El lugar era seguro, cómodo y calentito, pero lo mejor de todo era que en él siempre había abundante comida disponible. Todas las mañanas los molineros aparecían con unos cuantos kilos de grano para moler, y cuando se iban, ella hurgaba en los sacos y se ponía morada de trigo y maíz. A pesar de esas indudables ventajas, un día dio una noticia a sus compañeras: – ¡Chicas, estoy cansada de vivir aquí! Siempre comemos lo mismo: granitos de trigo, granitos de maíz, harina molida, más granitos de trigo, más granitos de maíz… ¡Qué hartura! Una de sus mejores amigas, la ratita Anita, se quedó pensativa un momento y le dijo: – Bueno, pues yo creo que no deberías quejarte, querida Flor. A mí me parece que somos afortunadas y debemos estar muy agradecidas por todo lo que tenemos ¡Ya quisieran otros vivir con nuestras posibilidades! Flor negó con la c

LA VIEJA Y LA GALLINA

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LA VIEJA Y LA GALLINA Adaptación del cuento popular del Tíbet En un pueblecito del Tíbet vivía una anciana que adoraba cenar un huevo todos los días. No quería asados, ni verduras, ni dulces ¡Sólo un único huevo antes de acostarse! Cada mañana, a paso lento y valiéndose de un bastón fabricado con un palo, se dirigía al mercado para comprar un blanquísimo y delicioso huevo de corral que por la noche saboreaba como si fuera el más exquisito caviar. El tiempo fue pasando y llegó un día en que las piernas, debido a su avanzada edad,  empezaron a flaquearle ¡Tener que caminar tanto le resultaba agotador!  Por esta razón decidió romper la hucha de barro que guardaba en un cajón y, con sus escasos ahorros, comprar una gallina. – ¡Es un plan perfecto! Cuidaré y mimaré a la gallinita para que cada día me regale un huevo para cenar ¡Ya estoy muy mayor para ir al pueblo cada día! Efectivamente, así lo hizo. Eligió un hermoso ejemplar y regresó con él a casa. La gallina, que de

El Zapatero y los Duendes

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El Zapatero y los Duendes Adaptación del cuento de los Hermanos Grimm. Erase una vez un zapatero al que no le iban muy bien las cosas y ya no sabía qué hacer para salir de la pobreza. Una noche la situación se volvió desesperada y le dijo a su mujer: – Querida, ya no me queda más que un poco de cuero para fabricar un par de zapatos. Mañana me pondré a trabajar e intentaré venderlo a ver si con lo que nos den podemos comprar algo de comida. – Está bien, cariño, tranquilo… ¡Ya sabes que yo confío en ti! Colocó el trocito de cuero sobre la mesa de trabajo y fue a acostarse. Se levantó muy pronto, antes del amanecer, para ponerse manos a la obra, pero cuando entró en el taller se llevó una sorpresa increíble. Alguien, durante la noche, había fabricado el par de zapatos. Asombrado, los cogió y los observó detenidamente. Estaban muy bien rematados, la suela era increíblemente flexible y el cuero tenía un lustre que daba gusto verlo ¡Sin duda eran unos zapatos perfect

La Esmeralda Encantada

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La Esmeralda Encantada Adaptación de un cuento popular de origen desconocido Erase una vez un niño que todos los días, al volver de la escuela, jugaba en el bosque que había cerca de su casa. Allí se entretenía observando insectos con una pequeña lupa, trepando por los árboles en busca de hojas con formas raras o escogiendo flores hermosas para llevar a su mamá. Un día de otoño, bajo un árbol frondoso que proyectaba una sombra muy alargada, descubrió una fila de setas y enseguida notó que algo se movía sobre ellas. Cuando se acercó vio que sobre cada una había un gnomo ¡Sí, un gnomo de esos de los que tanto se habla en los cuentos y que a veces pensamos que no existen! Se frotó los ojos para comprobar que no estaba soñando. No, estaba bien despierto y los gnomos seguían allí, mirándole con ojos curiosos y una pícara sonrisa. Como parecían amigables se puso a charlar con ellos y se convirtieron en muy buenos amigos. Desde entonces cada tarde el pequeño regresaba a casa lo

La Sabia Decisión del Rey

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La Sabia Decisión del Rey Hace muchos años, en un reino muy lejano, vivía un rey viudo con sus queridos hijos los príncipes Luis, Jaime y Alberto. Los muchachos eran trillizos y se parecían muchísimo físicamente: los tres tenían los ojos de un azul casi violeta, la piel blanquísima, el cabello ondulado hasta los hombros, y una exquisita elegancia natural heredada de su madre. Desde su nacimiento habían recibido la misma educación e iguales privilegios, pero lo cierto es que aunque a simple vista solían confundirlos, en cuanto a forma de ser eran completamente distintos. Luis era un joven un poco estirado, superficial y de gustos refinados que se preocupaba mucho por su aspecto. ¡Nada le gustaba más que vivir rodeado de lujos y adornarse con joyas, cuanto más grandes mejor! Jaime, en cambio, no concedía demasiada importancia a las cosas materiales; él era el típico bromista nato que irradiaba alegría a todas horas y que tenía como objetivo en la vida trabajar poco y diver